martes, octubre 12, 2004

12-10-04

Otro día de fiesta. ¿Para qué? si lo voy a invertir encerrada entre estas cuatro paredes... No quiero salir de casa. No quiero hablar. Ni coger el teléfono. Es uno de esos días en los que me gustaría dormir, dormir, dormir...

Poleo hablaba ayer de decisiones (supongo que tres días seguidos conmigo acaban atacando a cualquiera...)

Yo quiero hablar de miedos. Y desilusiones.

Este es un escrito que nunca llegaré a mandar por mail. Ya no vale la pena. Pero ahí está todo lo que no he sabido comunicar en esas "charlas" que hemos tenido. Mis peores pesadillas. Mis temores internos.

¿Volcarme en alguien? ¿Y de que me sirve, si cuando la resolución parece clara, acaban así las cosas?

Aquí viene la frase típica - eres fuerte, lo superarás - Si claro, qué remedio. Estoy cansada de tanta fortaleza. Cansada de ser una ONG ambulante. Cansada de no poder ser yo. De medir mis palabras. Mis actos. De tener que vivir conforme lo que se espera de mí. De ir al trabajo cada día y tener que estar atenta a todo. De que me pregunten constantemente cuando deberían tener sabidas las cosas. No quiero mandar. No soporto la autoridad y me obligan a serlo. De desfacer entuertos que se podrían haber evitado. ¿Si pido asilo político a los aborígenes de Nueva Zelanda, me aceptarían? Seguro que ni así.

Y aquí va un extracto de lo que nunca voy a enviar...

"Días perdidos... quizá. Pero la comunicación, por desastrosa que pueda ser, es fundamental. Quizá he aprendido más de ti en estos días que en los meses que llevo hablando contigo. Ambos llevamos coraza, casi adamantina.

Miedos... muchos y variados. Para todos los gustos. De lo que menos miedo tengo es de equivocarme. Si no, no empezaría nada. Recuerdo mis juegos de pequeña, con las cartas y las fichas de dominó. Si se desmoronaba la torre que tanto me había costado construir, la volvía a levantar. Pues con mi vida, lo mismo. Puedo no creer en el para siempre, en el “vivieron felices y comieron perdices”... porque la vida no es así. Y me lo ha demostrado. Ojalá la equivocada fuera yo. Me gustaría. De verdad. Pero vivir encerrada en mi burbuja, como tu dices, no es la solución y lo sé desde hace tiempo"

Se me han pasado muchas cosas por la cabeza. Capricho no. Me encapricharé de unos zapatos, un reloj, nunca de las personas. Odio jugar y que jueguen conmigo. Ni utilizarlas. Otra cosa es que tenga pánico. ¿A que? A que yo si pueda ser un capricho para el otro; a que tenga una imagen de mí distorsionada, a que me transfiera cualidades que quiere ver y realmente no tengo; a que estén para “pasar el rato”. Todo eso duele. Y mucho. Más cuando hago un esfuerzo para no echar a correr, para abrir resquicios en la coraza; para no decirle al otro, al primer atisbo de peligro para mi estabilidad emocional, que no quiero volver a verlo nunca más. Lo he hecho. Puedo hacerlo de nuevo. ¿Quiero hacerlo? No. Pero intento poner barreras. Es algo innato. Protección. Supervivencia. Mi miedo es a pasarlo mal después. ¿Más vale prevenir que curar? En mi caso puede que sea así"

Miedo a sentir. Demasiado. A que sea unidireccional. A dar y no recibir.

No me gustan los estereotipos. Nunca me he fijado en eso. No lo entiendo. ¿Como alguien puede guiarse sólo por las apariencias externas? Hay más. Mucho más. Prefiero mil veces lo que hay detrás. Lo que se esconde en el fondo de las personas. Sus motivaciones, ambiciones, sentimientos. ¡Claro que me gusta George Clooney! ¿Y a qué mujer no? Pero sólo es eso, una fachada. No lo conozco. A ti a duras penas. Despacito. Y soy impaciente. ¿Defecto? Tal vez. O quizá quiera aprenderte. Pese a los miedos. Intento vivir mi vida con total intensidad. Lo quiero hoy, ahora, en este instante. ¿Para qué? Si me gusta, puedo repetirlo. Mañana, pasado y el otro, el mes que viene, el año próximo... También la experiencia me ha demostrado que la paciencia no es la mejor consejera en según que situaciones. ¿Quieres algo? Dilo. Así, sencillo. Y si puedes tenerlo, sujétalo fuerte y no dejes que se escape. Si la vida te da una segunda oportunidad, o la primera, o una cuarta, aprovéchala. No pienses en que sea la última. No hay cabida para eso. Intento ser realista. Ver desde el principio los defectos del otro. No quiero despertarme mañana pensando que no soporto alguna de sus actitudes. Prefiero ver lo malo desde un principio, no subir a nadie al pedestal ni que me suban a mí. Las caídas desde lo alto son malas. Solo pensar si soy capaz de convivir con esos defectos. Si es así, adelante.

Soy una persona adulta, trátame como a tal. Nunca aceptaré un porque si o un porque no si no me los razonas. Quiero saber. Y quiero saber la verdad. La peor decepción es que me engañen.

Me preguntabas que es lo que quiero yo. Difícil pregunta. Quiero poder compartir mi vida con alguien. Volver a decir “te quiero”. Y que me lo digan. Quiero a alguien que comparta mis inquietudes. Que me escuche sin intentar solucionarme la vida. Que acepte mis opiniones. Que se tome en serio lo que digo. Que me siga en mis “locuras”. Que confíe en mí. Mucho pedir, ¿verdad? Demasiado exigente. Lo sé. Pero no me conformo con menos. Y al mismo tiempo lo temo. Por qué? Porque tener todo esto significa dependencia emocional. Y volvemos al círculo vicioso... ¿Recuerdas con que palabras te fuiste el jueves? Yo sí. Qué lástima tener tanta memoria... Dijiste que me fallabas... y has vuelto a hacerlo. Te voy a contar algo más de mi historia reciente. Los motivos por los que dejé a J, además del alcoholismo, las mentiras y las infidelidades. Lo que acabó de estropearlo todo fueron sus ausencias. Decir que venía y no se presentaba. Evidentemente porque se lo pasaba mucho mejor en cualquier bar emborrachándose o de fiesta con los colegas. Aparecía al día siguiente pidiendo perdón. Y le perdoné mucho. Pero es algo por lo que no voy a volver a pasar. Nunca más. No quiero viajes, no quiero balnearios, no quiero cenas. No quiero nada de todo eso si cuando realmente te necesito no estás a mi lado. No compensa. Ya ves, ni soy rubia, ni pacífica, ni la persona encantadora que pretendes que sea. Mis gatos forman un pack conmigo. Hay una frase que dice “quien me quiere a mí, quiere a mi perro”. Sólo se tiene que extrapolar a los mininos. Soy egoísta, como todo hijo de vecino. Lo de mal carácter... dejémoslo en carácter. A secas. Y me importas, claro que me importas. Mucho. De los cuatro días que llevo pensando, es lo que más definido tengo, si no, ¿de qué iba a estar haciéndome tantas preguntas?. ¿Es eso lo que querías oír? Pues aquí lo tienes. Pero esa “actitud” que me has demostrado es algo con lo que no puedo ni quiero vivir. Y la gente no cambia. Por nada ni por nadie. Ni siquiera por ellos mismos."

Ahora tenéis una idea más clara de mi "Kaos" particular. Puedo con ello. Lo llevo siempre conmigo. Ya estoy acostumbrada.