martes, febrero 22, 2005

22-02-05

En el principio fue el verbo... o quizás la palabra emponzoñada, tóxica, que aturde, hiere, mata. Y tan encandilados estamos por el suave arrullo de Ka, reflejándonos en las profundidades de sus ojos e hipnotizados por su canto, que no nos damos cuenta del peligro hasta que sus anillos, en lugar de abrazarnos, nos asfixian.

Seamos librepensadores. Provoquemos una catarsis de ideas propias y dejémonos de alienaciones ajenas, que mañana será tarde. Pensar con cabeza bicéfala no es buen proceder porque, cuando perdemos la que rige, ¿qué nos queda? no la razón, que habrá hecho mutis por el foro. Y nos perderemos en circunloquios sobre el ser y el no ser, cuestión de dardos, ya los empuñe la fortuna o del infortunio.

Calavera en mano y con mente desvelada, paseo entre las llamas de la inquietud, mientras observo como bulle el caldero y una mano invisible ciñe la escoba que nos llevará allende los cielos.

Pongo fin a tamaño desvarío para penetrar en las entrañas de la tierra, entre raíces y rocas, con el ánimo de tomarme un merecido descanso.

Propiciad vuestra ventura, pues el destino no existe.