lunes, diciembre 19, 2005

18-12-05

Vaya fin de semana!

El viernes noche casi casi me da un ataque de ansiedad. Después de tanto tiempo sin pisar una discoteca, tenía ganas de bailar y divertirme. Pues... todo menos eso. Ya a la salida del bar donde cenamos, un personaje en avanzado estado etílico pretendía, como si me conociera, que le besara y abrazara. Y servidora, que ahora mismo está bastante saturada del género masculino, le mandó a freir espárragos pero de una forma menos sutil, con el consiguiente enfado por su parte.

El Velvet no respetó el aforo y había más seres humanos allí dentro que en un concierto de Bruce Springsteen. Solo llegar a la barra intentaron pegarse como lapas un par de especímenes del paleolítico. Después cuatro mozos, que serenos deben ser bellísimas personas también lo intentaron y algún que otro hizo sus pinitos, pero estaba tan saturado de gente que de qué no la termino arreándole con el casco a alguien y pasando la noche en comisaria.

A la salida, sentadas en un banco de la Diagonal, con los transeuntes mirándonos de forma rara, otro dipsómano (que según Deseos estaba de buen ver) se nos tiró literalmente encima, con el consiguiente susto.

Qué le pasa a la gente? Era peor que la noche de fin de año, cuando sale todo bicho viviente porque esa noche es obligación salir, emborracharse y pasárselo bien. Nuestro deseo del viernes? que se fueran todos a procurarse los servicios de esas señoras que ejercen el oficio más antiguo del mundo y nos dejaran en paz. No hubo forma. De verdad, empiezan a dar asco estos babosos que no saben beber.

Otro tipo de babosa. El sábado pasado dejé que me acompañara al cine uno de estos elementos que a veces admito en el messenger. Nada especial; cine, coca cola y adiós muy buenas. Parecía normal, pero ahora temo haber conocido a un psicópata. Me llama para saber como estoy, le habla de mí a sus amigos (?¿?¿?¿?¿?)... Y solo le dejé venir al cine!

Desayuno con Saint el sábado por la mañana. Ya tenemos comprados los décimos de loteria. Me instó a componer de nuevo, pero no sé si estoy en plena crisis creativa. Ahora mismo las letras que escribiría serían algo así como las de los Ilegales, aunque después de escuchar a Rammstein ayer noche y su "te quiero, puta" quizá me decante por eso.

La noche es para recordar y hay reportaje documentado. Cena navideña en casa. Los gorros de papa noel nos quedaban bien, pero mi casa fue tomada por las hordas "decorativas" y solo respetaron la cocina. Los pobres gatos van locos con tanta bolita, cintas y demás abalorios. Creo que les gusta tanto como a mí, jeje. Las postales ya están colgadas, pero todavía no he entregado mi carta a los reyes magos. Pobres, lo tienen mal para traerme todo lo que quiero...

Si contamos que mi época de gracia este año que termina fue París, lo que más deseo ahora mismo es volver a ella. Me gustaría poder dar marcha atrás al reloj y hacer como si estos meses transcurridos desde ese viaje hasta ahora no hubieran pasado nunca. Unicamente rescataría el viaje a Venecia y el día que acepté cambiar de empresa.

Dicen que la cabra siempre tira al monte y que, la mona, por mucho que se vista de seda, chimpancé se queda. Y es verdad. Todo lo que se aprende por obligación, que no por devoción, tiende a olvidarse con la misma rapidez. Y si no, que se lo pregunten a much@s que sufren de titulitis. Hablando de los diplomas que te entregan cuando terminas una carrera... por qué la gente se empeña en juzgarte por la cantidad de los mismos que ostentes en la pared? Pongamos por ejemplo, un master de Esade. A qué se dedica? A hacer previsiones económicas? Nada que un programa informático no pueda hacer por tí. Hay muchos abogados que han terminado el doctorado y jamás se me ocurriría pedirles que me representaran, porque oratoria, lo que se dice oratoria, no es que tengan demasiada. Hoy por hoy, una carrera está al alcance de cualquiera que tenga un papá (o cualquier otro mecenas) dispuesto a pagar y tiempo para perder. Y si no, a la vista está la cantidad de psicólogos del tres al cuarto que encontramos en las páginas amarillas. Se prodigan más que las malas hierbas! Ni los médicos se salvan, ya que hay algunos a los que más les convendría montar una charcutería que no ejercer como tales.

La vida no te concede diplomas, pero es el más importante doctorado que debemos aprobar.