viernes, abril 15, 2005

15-04-05

20:00 He cambiado el uniforme de trabajo por algo más llevadero.

El cielo está tan plomizo que da la sensación de que tiene que caer, como si fuera la escayola de los pisos del carmelo, encima de tu cabeza. Y ha vuelto el frío. Así me siento hoy. Será debido a que las emociones tienen eso, suben y bajan, como la montaña rusa. Un día de euforia, pletórica y al siguiente todo se ve de color más bien negro.

Es esa bonita tendencia a ser tan realista, a no querer ver las cosas de color rosado, que lo único rosado que a fin de cuentas es real suele ser la piel de los cerdos. No, no me refiero a ninguno de los que caminan sobre dos extremidades, aunque esos también abundan y, por desgracia no se puede aprovechar nada. Solo que dar rienda suelta a las emociones provoca un desequilibrio en los biorritmos que a la larga suele ser perjudicial.

Quizá este estado letárgico se deba a cierto cambio en mis afectos para con alguien ciertamente lejano. También afectan otras cosas, como recordar tiempos pasados, por supuesto mejores porque mi afortunado amigo todavía estaba con nosotros. Volvemos a las puertas que se cierran y las ventanas que se abren. Aquí no se estilan las puerta-ventanas, que son más cómodas. Por una puerta siempre se puede salir dignamente, una ventana ofrece más complicaciones, sobretodo si está en un quinto y no tienes ganas de acabar estampado en el suelo.

Unas horas más tarde:

Pasado el aletargamiento pero no la empanada, que las fractales se siguen sucediendo en mi cabeza. Imagináos intentando darle sentido a esto:

( x + yi ) -> ( x + yi )^2 + a + bi = x^2 + 2xyi - y^2 + a + bi

pues así estoy yo, no sin tí, como dice Sabina, sino por tí, que dirían Cómplices. O no, que es mi cerebro el que hace y deshace con total impunidad sin darme un respiro. Cualquier día de estos se trocará en olla exprés soltando presión y pitidos a partes iguales.

Me despido de la luna para recibir un nuevo día, esperando lo que me depare el voluble destino.