martes, enero 11, 2005

11-01-05

Soliloquio I

Un ser abyecto se muestra ante mí, se refleja en el oscuro lago de la luna que apenas se percibe. ¿Acaso soy yo? Tal vez. Esa forma oscura, terrible, que acecha en lo más recóndito de las sombras. Dadme una daga y seré lady Macbeth. Hoy campan por sus fueros las serpientes que anidan en lo más profundo. Negro como la noche, como las cuencas vacías de tantos ojos que ya no ven. Belcebú ha vuelto a la tierra, reptando, dejando a su paso una estela de azufre.

Este deambular por el limbo, estar más allá que acá. Cuando concluya tan onírica visión, el cauce de las aguas estará desbordado. Tarde, como siempre, tarde. Agonizan la noche y las almas. El denodado esfuerzo de nada sirve, el ávido consumidor de energía muestra su cara más ruín, dispuesto a subyugar a la ingenua razón. Despierta! Vete! Huye por estrechos senderos.

Como aves nocturnas, los concupiscentes priorizan el festejo. Conjuran, mendigan, demandan. Vomitan léxico y retórica sin indicio de audición. Extenuación más allá de todo lo posible. Lasitud ante la quimera. Inadecuada pretensión. Sucumbir ante la realidad nos aleja del desvarío.

Así sea.