domingo, enero 09, 2005

9-01-05

Hoy me he regalado algo que no tiene precio. Tiempo. Ese que tanto necesito y del que no dispongo. Tiempo para pensar en el ayer, el hoy, el mañana.

Ducha a la luz de las velas de té. Todas las estancias iluminadas por un sinfín de ellas. Blanco, blanco absoluto. Hasta yo visto de blanco. Dejando vagar la imaginación allí donde me quiera transportar. Escuchando a mi sempiterno amigo el pianista; es imposible repetir compacto, horas y mas horas de música para soñar.

Tiempo de olvidar preocupaciones, desastres terrenales y del inframundo. Para sorprenderme con las formas que adquieren las llamas. Contemplar desde la ventana un cielo rojizo que sólo se divisa desde este rincón, porque la noche es azul cobalto, limpia. De donde saldrá este reflejo infernal? No hay nada aquí que pueda conferirle ese color.

Me pierdo en divagaciones. Sueño. Escapo, me siento cual aguila real, aunque no sea más que un colibrí. El minino de la corte me acompaña. Quizá también se ha leído Alicia en el país de las maravillas y quiere participar. No es el gato de Chesire. Será entonces el que se convierte en la reina negra? o era la blanca? Porque Alicia está claro que no. Alicia soy yo, dudando si comer la galleta o beberme el brebaje. En un jardín donde las flores hablan. Viendo orugas fumar en narguiles, tomando té con un sombrerero loco y la liebre de marzo. Recitando jabberwockys sin sentido a Zanco Panco. Jugando una interminable partida de ajedrez a través del espejo.

Paulatinamente se apagan las luces. La estancia oscurece. Fundido en negro.